Donde hay graffitis hay polémica. Muchos lo consideran vandalismo, otros, una simple muestra de rebeldía. Paredes, muros y mobiliario urbano quedan expuestos a las pintadas incontroladas que en muchos casos son simples garabatos sin sentido.
Algunas ciudades del territorio nacional han optado por dejar muros libres y espacios residuales a los graffiteros para que se expresen. De ese modo no hay peligro de perturbar el bienestar de los demás. Pero parece que graffiti y clandestinidad muchas veces van cogidas de la mano.
Berlín 2007
¿Cuándo un graffiti se convierte en algo más? Eso lo decidirá la persona que lo mira.
Cada vez son más los edificios que integran el grafitti como arte o elemento decorativo dentro del volumen construido. Se exponen las fotografías de tres muestras de edificios donde el graffiti forma parte de la arquitectura. Dos de ellos son edificios berlineses. En ambos casos, las pinturas se habrán hecho por encargo. Fueron fotografiados en el año 2007. El primero de los graffitis, fruto de la imaginación de quien lo dibujó, también queda integrado en el edificio, aunque de una forma clandestina, y da muestras de una cultura que va más allá del simple dibujo. Personalmente valoro mucho más ese ejemplo, donde los pretiles de la azotea reflejan el buen hacer de un graffitero desconocido.
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